jueves, 13 de agosto de 2015

RETRASO EN EL DESARROLLO DEL LENGUAJE


RETRASO EN EL DESARROLLO DEL LENGUAJE


Su hijo ya tiene 2 años y apenas habla. Dice unas pocas palabras pero, en comparación con otros niños de su edad, usted cree que tiene bastante retraso. Usted recuerda que su hermana era capaz de armar frases completas a la misma edad. Con la esperanza de que su hijo se acabará poniendo al día más adelante, usted pospone la búsqueda de ayuda profesional. Hay niños que caminan muy pronto y otros que hablan muy pronto, se dice. No hay por qué preocuparse...



Esta situación es bastante habitual entre los padres de niños en quienes el habla se desarrolla más despacio de lo habitual. A menos que también observen retrasos en otras áreas del desarrollo inicial del niño, los padres pueden dudar sobre si deberían o no buscar ayuda profesional. Algunos justifican el retraso del habla de sus hijos diciéndose a sí mismos que "ya madurará" o que "a mi hijo le interesa más moverse que hablar".
Conocer qué es "normal" y qué no lo es en el desarrollo del habla y del lenguaje puede ayudarle a saber si usted debería preocuparse o si su hijo está evolucionando según lo esperable en ambos ámbitos.

Desarrollo normal del habla y del lenguaje

Es importante que en cada una de las revisiones médicas sistemáticas a que se someta su hijo, hable con su pediatra sobre el habla y el desarrollo del lenguaje del niño, así como sobre otros aspectos de su proceso evolutivo que le preocupen. Puede ser difícil saber si su hijo solo es inmaduro en su capacidad para comunicarse o si tiene algún problema que requeriría una atención profesional.
Las siguientes normas de referencia sobre el desarrollo pueden servirle de guía:


Antes de los 12 meses

Es importante observar a los niños de esta edad a fin de detectar indicadores de que utilizan la voz para relacionarse con su entorno. El gorgojeo y el balbuceo son las fases iniciales del desarrollo del habla. Cuando los bebés se hacen mayores (a menudo en torno a los 9 meses), empiezan a unir sonidos, a incorporar las distintas entonaciones del habla y a decir palabras como "mamá" y "papá" (aunque sin entender qué significan).
Antes de los 12 meses, los bebés deberían ser receptivos a los sonidos y empezar a reconocer nombres de objetos de uso común (por ejemplo, biberón, chupete, etc.). Los bebés que observan atentamente su entorno pero no reaccionan al sonido es posible que presenten pérdidas auditivas (o hipoacusias).

Entre los 12 y los 15 meses

Los niños de esta edad deberían tener un amplio abanico de sonidos en su balbuceo (como p, b, m, d, o n), empezar a imitar y a aproximarse a los sonidos y palabras que modelan los miembros de su familia y típicamente decir una o más palabras (excluyendo "mamá" y "papá") de forma espontánea. Los nombres suelen ser las primeras palabras que utilizan los bebés, como "bebé" y "pelota". Su hijo también debería entender y seguir instrucciones de un solo paso ("Por favor, pásame el juguete" y similares).

De los 18 a los 24 meses

Aunque hay una gran variabilidad, la mayoría de los niños dicen unas 20 palabras cuando tienen aproximadamente 18 meses y unas 50 o más cuando cumplen 2 años. En torno a esta edad, los niños empiezan a combinar dos palabras en frases muy simples, como "bebé llorar" o "papá grande". Un niño de 2 años debería poder identificar objetos de uso común (tanto cuando el objeto está presente como cuando se trata de imágenes del objeto), señalar sus ojos, sus orejas y su nariz cuando alguien se las menciona y seguir instrucciones de dos pasos (como "Por favor, recoge el juguete y dámelo").

De 2 a 3 años

Los padres suelen presenciar grades avances en el habla de sus hijos a esta edad. El vocabulario del niño debería crecer considerablemente (demasiadas palabras para poderlas contar) y el niño debería combinar de forma sistemática tres o más palabras en frases más largas.
Su comprensión también debería mejorar; con 3 años, un niño debería empezar a entender qué significa "ponlo en la mesa" o "ponlo debajo de la cama". Su hijo también debería empezar a identificar colores y a entender conceptos descriptivos (por ejemplo, grande versus a pequeño).

La diferencia entre el habla y el lenguaje

El habla y el lenguaje suelen confundirse entre sí, pero hay una diferencia importante entre ambos:
  • El habla es la expresión verbal del lenguaje e incluye la articulación, que es el modo en que se forman los sonidos y las palabras.
  • El lenguaje es un concepto mucho más amplio y engloba el sistema completo de expresar y recibir información provista de significado. Se refiere a entender y ser entendido a través de la comunicación, sea verbal, no verbal o escrita.
A pesar de que los problemas relacionados con el habla y con el lenguaje difieren, a menudo se solapan entre sí. De todos modos, un niño con un problema de lenguaje puede pronunciar correctamente las palabras pero ser incapaz de combinar más de dos palabras en una frase. El habla de otro niño puede ser difícil de entender, aunque sea capaz de utilizar palabras y frases para expresar sus ideas. Y otro niño puede hablar bien y con claridad pero tener dificultades para seguir instrucciones.

Señales de alarma de un posible problema

Si le preocupa el desarrollo del habla y del lenguaje de su hijo, he aquí algunos de los aspectos en que se debería fijar. Un lactante que no reacciona al sonido o que no vocaliza sería un buen motivo de preocupación.
Entre los 12 y los 24 meses, otros posibles motivos de preocupación serían los siguientes:
  • con 12 meses, no utiliza gestos, como señalar o despedirse con la mano
  • con 18 meses, prefiere comunicarse con gestos en lugar de con vocalizaciones
  • con 18 meses, tiene dificultades para imitar sonidos
  • tiene dificultades para entender peticiones verbales simples
Solicite una evaluación por parte de un profesional si un niño de más de 2 años:
  • solo imita el habla o los actos ajenos pero no genera palabras o frases de forma espontánea
  • solo emite determinados sonidos o palabras de forma repetida y no puede utilizar el lenguaje oral para comunicar más que sus necesidades inmediatas
  • no puede seguir instrucciones simples
  • tiene un tono de voz extraño o una pronunciación extraña (roncos o nasales, por ejemplo)
  • cuesta más entenderle de lo que sería esperable por su edad. Los padres y los cuidadores habituales deberían entender la mitad de lo que dice un niño de 2 años y aproximadamente tres cuartas partes de lo que dice uno de 3 años. Con 4 años, a un niño se le debería entender prácticamente todo, incluso cuando hable a personas que no lo conocen.

Causas del retraso del habla o del lenguaje

Hay muchos aspectos que pueden provocar retrasos en el desarrollo del habla y del lenguaje. Los retrasos del habla en un niño que en otros ámbitos se desarrolla con normalidad pueden obedecer a problemas relacionados con el aparato fonador, como alteraciones en la lengua o en el paladar. Un frenillo corto (el pliegue que hay debajo de la lengua) puede limitar los movimientos linguales para la producción del habla.
Muchos niños con retrasos del habla tienen problemas orales motores, lo que implica la existencia de una comunicación ineficaz en las áreas cerebrales responsables de la producción del habla. El niño puede tener dificultades al utilizar y coordinar los labios, la lengua y la mandíbula para producir los sonidos del habla. El habla puede ser el único ámbito afectado o bien los problemas en el habla pueden ir acompañados de otros problemas orales motores, como las dificultades para alimentarse. El retraso del habla también puede ser una parte (en vez de indicar) de un problema más "global" (o general) de un retraso del desarrollo.
Los problemas auditivos también pueden estar relacionados con los retrasos del habla. Por este motivo, cuando a un padre le preocupa el habla de su hijo, debería llevarlo a un audiólogo para que le evalúe la audición. Un niño con problemas auditivos puede tener problemas para articular, así como para entender, imitar y utilizar el lenguaje.
Las infecciones de oído (u otitis), sobre todo las de carácter crónico, pueden repercutir sobre la capacidad auditiva de un niño. De todos modos, las infecciones de oído que reciben un tratamiento adecuado y se curan bien no deberían tener ningún efecto sobre el habla del niño. Y, siempre que exista una audición normal en por lo menos un oído, tanto el habla como el lenguaje se pueden desarrollar con normalidad.

Qué hacen los especialistas en trastornos del lenguaje

Si usted o su pediatra sospechan que su hijo tiene un problema en el habla o en el lenguaje, es decisivo que un especialista en trastornos del lenguaje lo evalúe lo antes posible. Por supuesto, si resulta que su hijo no tiene ningún problema, el resultado de la evaluación permitirá reducir sus temores.
Aunque usted mismo puede buscar un especialista en trastornos del lenguaje, es posible que el pediatra de su hijo o que su médico de familia los remita a uno de estos profesionales.
Al realizar la evaluación, este tipo de especialista analizará el habla y el lenguaje de su hijo teniendo en cuenta el contexto del desarrollo general del niño. Aparte de observar a su hijo, este profesional le aplicará una serie de pruebas y escalas estandarizadas y comprobará si ha alcanzado o no los distintos hitos en el desarrollo del habla y del lenguaje.
El especialista en los trastornos del lenguaje también avaluará:
  • lo que entiende su hijo (lo que se conoce como lenguaje receptivo)
  • lo que puede decir su hijo (lo que se conoce como lenguaje expresivo)
  • si su hijo intenta comunicarse de otras maneras, como señalando, sacudiendo la cabeza, haciendo gestos, etc.
  • el desarrollo de los sonidos y la claridad del habla
  • el estado oral motor de su hijo (cómo trabajan conjuntamente la boca, la lengua, el paladar, etc. durante el habla, así como durante las conductas de comer y de tragar)
Si el especialista en trastornos del lenguaje considera que su hijo necesita hacer terapia del lenguaje, su participación, en calidad de padre o de madre, será de suma importancia. Usted podrá observar las sesiones de terapia del lenguaje y aprender a participar en el proceso. El terapista le enseñará cómo puede trabajar con su hijo en casa para mejorar el habla y las habilidades lingüísticas del pequeño.
Es posible que la evaluación que haga el especialista en trastornos del lenguaje sobre el habla y el lenguaje de su hijo indique que sus expectativas eran demasiado altas. Los materiales educativos que establecen las etapas y los hitos evolutivos en el desarrollo del habla y el lenguaje pueden ayudarle a ver a su hijo de una forma más realista.

Qué pueden hacer los padres


Como muchos otros aspectos de la vida, el desarrollo del habla es el resultado de la interacción entre la herencia y el ambiente (entre lo innato y lo adquirido). La dotación genética determina, en parte, la inteligencia y el desarrollo del habla y del lenguaje. De todos modos, gran parte de este desarrollo depende del ambiente. ¿Se estimula adecuadamente al niño en casa y en la guardería? ¿El niño tiene oportunidades para participar en el intercambio y para comunicarse libremente? ¿Qué tipo de retroalimentación recibe el niño?
Cuando se detectan problemas en el habla, el lenguaje, de tipo auditivo o del desarrollo, la intervención precoz puede proporcionar la ayuda que necesita el niño. Y, cuando se entiende mejor las causas de que un niño no hable, se pueden aprender formas de favorecer el desarrollo del habla.
He aquí unos pocos consejos generales que puede utilizar en su casa:
  • Dedique mucho tiempo a comunicarse con su hijo, incluso durante la etapa de la lactancia: háblele, cántele y fomente en él la imitación de sonidos y de gestos.
  • Léale a su hijo, empezando cuando tan solo tenga 6 meses. No tiene que leerle libros enteros, pero busque libros apropiados para su edad, de tapa blanda o dura y con dibujos que animen a su hijo a mirar mientras usted van nombrando los dibujos. Pruebe empezar con cuentos clásicos para bebés (como "El conejito Pat", donde se pueden imitar y realizar movimientos, como acariciar) o libros con texturas que los niños pueden palpar y sentir. Más adelante, deje que su hijo señale dibujos reconocibles e intente nombrarlos. Luego pase a los versos y canciones infantiles, que tienen el atractivo de la rima y el ritmo. Avance hacia los libros predecibles (como el de "Los tres cerditos") que permiten a los niños anticipar lo que va a ocurrir. Es posible que su pequeño hasta empiece a memorizar partes de sus cuentos favoritos.
  • Aproveche situaciones de la vida cotidiana para reforzar el habla y el lenguaje de su hijo. En otras palabras, pásese todo el día hablando sin parar. Por ejemplo, nombre los alimentos que compra en la tienda de comestibles, explíquele lo que hace mientras prepara la comida o limpia una habitación, señale objetos de la casa y, cuando vayan en coche, coméntele los sonidos que vayan oyendo. Formule preguntas a su hijo y hágase eco de sus respuestas (incluso aunque sean difíciles de entender). Hable de forma sencilla, pero no utilice nunca el habla infantil, es decir, la forma de hablar propia de los bebés.
Independientemente de la edad que tenga su hijo, reconocer y tratar su retraso en el habla o el lenguaje lo antes posible es el mejor enfoque que usted puede adoptar para ayudarle. Con un tratamiento adecuado, lo más probable es que su hijo pueda comunicarse mejor con usted y con el resto del mundo.

CONCLUSIÓN


CONCLUSIÓN



Toda conducta es procesada por el cerebro, en definitiva por neuronas. Es decir, el pensamiento es generado por neuronas que integran toda la información necesaria para realizar el análisis de una determinada circunstancia.

En tal sentido siendo el lenguaje una acción única de los seres humanos, también es controlada por el cerebro, es decir, el cerebro es el banco lingüístico por excelencia, allí radican los pensamientos y la organización del todo somantico de los individuos.


En el desarrollo y adquisición del lenguaje intervienen múltiples factores que determinan el grado de madurez de las competencias lingüísticas y comunicativas de los individuos, donde es importante determinar que los factores individuales como la edad, la motivación, la inteligencia, la atención y la memoria son factores básicos para desarrollar el lenguaje pero al mismo tiempo los factores sico-sociales deben ser integrados, es decir, los adultos responsables deben ayudar al niño en su proceso de desarrollo lingüístico porque dicho proceso se retardara si ellos no lo estimulan. Sabiendo claro, que el lenguaje como proceso de aprendizaje, es perpetuo y perenne, en el individuo donde se modificara en interacción con el medio en el cual se desenvuelva.




Por tanto podemos concluir, que la adquisición del lenguaje es innato en el ser humano, pero que para ser desarrollado deben intervenir múltiples factores de manera tal que permitan una construcción gradual y sistemática de las competencias lingüísticas necesarias para la realización plena.

Ante estas diferencias mencionadas, podemos concluir que, si se aplican los conceptos sobre la adquisición de la lengua, se cae en el error de generalizar el proceso como común a todos los individuos, sin tener en cuenta diferencias de estilos y necesidades de aprendizaje.

PRINCIPALES TEORÍAS


Las principales teorías del desarrollo del lenguaje




Vygotsky

Para Lev Vygotsky, un investigador de la psicología rusa que comenzó a desarrollar sus teorías empíricas de desarrollo cognitivo después de la revolución rusa a principios del siglo XX, los niños aprenden mediante la  de problemas con la ayuda de otras personas, como los padres y hermanos. El lenguaje se desarrolla como una herramienta para ayudar a resolver problemas con mayor eficacia. Ellos aprenden la habilidad mediante la práctica o modelan los comportamientos del lenguaje que escuchan que están utilizando a su alrededor. En su teoría, el desarrollo del lenguaje está estrechamente ligado a la conducta social, poniéndolo en el campo empírico.



Skinner

B. F. Skinner, psicólogo estadounidense conocido por su  en el conductismo, propone el conductismo como  para el desarrollo del lenguaje en un libro publicado en 1957. El núcleo del conductismo es el aprendizaje a través del refuerzo. El refuerzo adopta diferentes formas. Por ejemplo, si un padre le dice al niño: "¿Puedes decir mamá?" Y el niño responde en consecuencia, el padre proporciona un refuerzo positivo. Si el niño usa el lenguaje para hacer demandas, como pedir una galleta y se le otorga la demanda, el niño recibe un refuerzo positivo por el uso del lenguaje. Este enfoque coloca a Skinner en el campo empírico del desarrollo del lenguaje.





Piaget

Según el empirista Jean Piaget, psicólogo suizo conocido por el estudio de cómo el conocimiento se desarrolla en los niños y en los adultos durante la primera mitad del siglo XX, el desarrollo del lenguaje está conectado con el desarrollo cognitivo del niño. A medida que el niño se mueve a través de las diferentes etapas de su desarrollo cognitivo -sensoriomotor, preoperacional, operacional concreto y formal- las competencias lingüísticas, también. Por ejemplo, durante la etapa pre-operativa, los niños pueden comprender la existencia de las cosas, incluso cuando no pueden ver esas cosas. Del mismo modo, pueden usar el lenguaje para pensar en esas cosas no presentes.



Chomsky

Noam Chomsky, lingüista y científico cognitivo, cree que los niños nacen con un conocimiento innato de las normas que rigen el lenguaje. Esto lo hace un nativista. Su investigación en el siglo XX también sugiere que las reglas son universales entre los lenguajes humanos conocidos. Por ejemplo, el japonés y el inglés parecen muy diferentes, pero ambos idiomas son verbos y en ambas lenguas los verbos toman un objeto. La diferencia es dónde se encuentra el objeto del verbo en la oración. Según Chomsky, la razón por la que los niños aprenden el lenguaje tan rápidamente es porque ya saben las reglas.






Bruner

Jerome Bruner, psicólogo cognitivo nativista y americano, cree que el desarrollo del lenguaje es fácil para la mayoría de los niños debido a una combinación de dotes innatos "biológicos" y el estímulo social. La investigación de Bruner sobre el tema se inició en la década de 1960. Bruner señala que incluso los niños que no pueden distinguir entre sus pensamientos y cosas tratan de usar el lenguaje, lo que sugiere que nacen con una inclinación hacia la comunicación. El papel del estímulo es proporcionar el apoyo necesario cuando el niño se desarrolla lingüísticamente.


lunes, 10 de agosto de 2015

DESARROLLO DEL LENGUAJE VERBAL

DESARROLLO DEL LENGUAJE VERBAL EN EL NIÑO


En este apartado abordaremos las etapas por las que todo niño "normal" pasa en camino a hablar y formar oraciones o grupos de palabras. Pero, previamente, cabe hacer la siguiente aclaración.


El término "normal" simplemente significa lo que la mayoría de los niños hacen dentro de un tiempo "esperado" o "deseado", consideración que está basada en criterios consensuales y/o estadísticos. Sin embargo, cabe señalar que ningún niño es un dato estadístico ni un término promedio, pues cada uno es enfáticamente un individuo.


Por eso, entre todos los niños que hablan normalmente y que, por lo general, se les supedita a este patrón de consideración estándar, la edad específica en que comiencen a hablar puede variar. En esto intervienen las particularidades individuales dependientes del estado y función del aspecto anatómico y sistema nervioso, del aspecto psicológico, de las condiciones de educación y de las características del lenguaje de las personas que rodean al niño.

Así, algunos niños empiezan a hablar temprano y de "golpe", otros un poco más tarde y, también, hay unos que se rezagan considerablemente, inquietando al principio a sus padres con su silencio tenaz y asombrándolos, luego, con su excesiva locuacidad.
Ciertos retrasos pueden atribuirse a la herencia, debido a que hay familias donde los niños empiezan a hablar más tarde que en otras. Pero también hay casos, en gran medida, generados por el medio ambiente, en especial por el hogar, en el que los padres no suelen estimular adecuadamente la adquisición y el desarrollo del habla de sus niños. Es el caso, a veces, del hijo único, cuyos padres sólo hablan lo indispensable, quizás para decir a más: "¿Está preparado el desayuno?" y creen innecesario decirle algo a su niño antes de que éste pueda "comprender" y responder.

También se tiene como ejemplo el caso de los hijos de padres sordomudos, quienes por falta de conversación en el hogar empiezan a hablar mucho más tarde que los otros niños de su misma edad, aunque ellos mismos no sean ni sordos ni mudos.





En cambio, los niños que crecen rodeados y estimulados lingüísticamente por sus hermanos, o a quienes sus padres les han hablado aun antes de que puedan comprender el sentido de las palabras, aprenden fácilmente a hablar en comparación a los niños antes señalados.

De esa forma la familia cumple una función importante en la aparición y en el ritmo del desarrollo del lenguaje verbal del niño. Si éste se siente emocionalmente seguro y lingüísticamente estimulado, se desarrollará normal y óptimamente, superando las dificultades de las distintas etapas en el tiempo esperado; pero cuando la familia es conflictiva e indiferente con él, esto obstaculizará y retardará su evolución y, muchas veces, con consecuencias negativas para su comportamiento de ajuste posterior.

De acuerdo con estas consideraciones, en esta parte abordaremos el desarrollo normal del lenguaje verbal, cuyo proceso marcha correlativamente al desarrollo integral del niño.



EL LENGUAJE VERBAL COMO PARTE DEL DESARROLLO INTEGRAL DEL NIÑO



Las características progresivas del desarrollo del lenguaje verbal en los diferentes niveles de edad, se adscriben a las etapas del desarrollo integral del niño, encontrándose estrechamente asociado a los siguientes aspectos:

 Al proceso de maduración del sistema nervioso, tanto al central (SNC) como al periférico, correlacionándose sus cambios progresivos con el desarrollo motor en general y con el aparato fonador en particular.

 Al desarrollo cognoscitivo que comprende desde la discriminación perceptual del lenguaje hablado hasta la función de los procesos de simbolización y el pensamiento. 

 Y, al desarrollo socioemocional, que es el resultado de la influencia del medio sociocultural, de las interacciones del niño y las influencias recíprocas.



viernes, 24 de julio de 2015

ETAPAS DEL DESARROLLO DEL LENGUAJE




ETAPAS DEL DESARROLLO DEL LENGUAJE



De acuerdo con las referencias anteriores y tomando en cuenta los aportes de diferentes investigadores como Lenneberg, 1967; Brown y Frazer, 1964; Bateson, 1975; Stampe e Ingram, 1976; Einsenson, 1979; Bruner, 1976 y muchos otros, aquí dividimos el desarrollo del lenguaje en dos etapas principales:

 Etapa Prelingüística. 
 Etapa Lingüística.

Cada una de estas etapas va marcando el surgimiento de nuevas propiedades y cualidades fonéticas, sintácticas y semánticas a medida que el niño crece, tal como describiremos a continuación.


1. Etapa pre-lingüística.




Denominada también como la etapa preverbal, comprende los primeros 10 a 12 meses de edad. Se caracteriza por la expresión buco-fonatoria que de por sí apenas tiene un valor comunicativo. Otros la consideran como la etapa del nivel fónico puro, debido a que el infante emite sólo sonidos onomatopéyicos.

Durante esta etapa, que abarca el primer año de vida, la comunicación que establece el niño con su medio (familia), especial y particularmente con su madre, es de tipo afectivo y gestual. De allí que para estimularlo lingüísticamente la madre deba utilizar, junto con el lenguaje afectivo y gestual, el lenguaje verbal. La palabra debe acompañar siempre al gesto y a las actividades de la madre con su hijo.

Esta etapa preverbal hasta hace poco despertaba escaso interés de los especialistas, pero gracias a las investigaciones actuales, hoy sabemos que tiene un valor relevante y trascendental en la configuración de las bases del desarrollo lingüístico, puesto que tanto las expresiones vocales (sonidos o grupo de sonidos de simple significación) como las expresiones verbales (sonidos, grupo de sonidos, palabras aisladas, etc.) influyen de modo determinante en el desarrollo posterior de la comunicación lingüística del niño.

Esta etapa comprende, a su vez, subetapas o estadios con características particulares que van de acuerdo con la secuencia cronológica del desarrollo integral del niño, las que pasamos describir:


a) Del nacimiento al mes y dos meses de edad.


Desde que nace hasta más o menos, el final, del primer mes, la única expresión que se oye del bebé es el llanto, que es la primera manifestación sonora puramente mecánica o refleja y, como tal, indiferenciada en cuanto al tono, sea cual fuere la razón de su estado.

Con el llanto, el bebé pone en funcionamiento el aparato fonador, permitiéndole también la necesaria oxigenación de la sangre y el establecimiento de la respiración normal.

Pasando este período, por lo general al inicio del segundo mes, el llanto ya no es un fenómeno o manifestación mecánica e indiferenciada, sino que el tono del sonido cambia con el contenido afectivo del dolor, el hambre u otra molestia; es decir, la variación de la tonalidad está relacionada con el estado de bienestar o malestar del bebé. Con, el llanto el bebé logra comunicar sus necesidades al mundo que le rodea y, como se da cuenta de que gracias al llanto sus necesidades son satisfechas, lo usará voluntariamente, ya no siendo entonces un mero reflejo o sonido indiferenciado.

De esa manera el bebé va comunicándose con su entorno próximo, especialmente con su madre, comprendiendo cada vez mejor lo que ésta le comunica, aunque sea incapaz de expresarlo.

 
b) De tres a cuatro meses de edad.


Al inicio del tercer mes el bebé produce vagidos, sonidos guturales y vocálicos que duran de 15 a 20 segundos. Responde a sonidos humanos mediante la sonrisa y, a veces, con arrullo o murmullo. Aquí la forma característica del grito del bebé puede ser una llamada expresiva relacionada con alguna necesidad, tal como el grito de incomodidad.

A esta edad ya distingue entre los sonidos: /pa/, /ma/, /ba/, /ga/. Sus vocalizaciones ya pueden mostrar alegría; sus manifestaciones de placer las expresa mediante consonantes guturales "ga.ga", "gu.gu", "ja.ja", mientras que su displacer mediante consonantes nasalizadas como "nga", "nga".
El bebé sabe distinguir, también, las entonaciones afectivas, reaccionando con alegría, sorpresa o temor ante el tono de voz, especialmente de sus padres.

A los tres meses aparece el balbuceo o lalación, que consiste en la emisión de sonidos mediante redoblamiento de sílabas como "ma...ma", "ta...ta" y otras.

El interés del niño por las personas, así como su comunicación, que estaba limitada únicamente a lo afectivo durante el 2do. y 3er. mes de vida, comienza a ampliarse hacia los objetos entre el 3er. y 4to. mes.

Piaget considera que al iniciar el 4to. mes, el niño supera la etapa denominada de las reacciones circulares primarias, que son características de los tres primeros meses de vida, en las que el objeto de sus actividades estaba centrado y dirigido hacia su propio cuerpo, pasando a la siguiente etapa de las reacciones circulares secundarias, en las que el objeto de sus actividades ya no es su propio cuerpo sino algo externo a él (sonajero o cualquier otro juguete). Paralelamente con esto el niño va tomando conciencia de que sus fonaciones, gorgogeos, manoteos y ruidos guturales diversos producen efectos en su rededor y aprende a comunicar algo a alguien.

De esa forma el niño va progresando y aumentando sus vocalizaciones, las mismas que ya son cercanas a la palabra y, como tal, van cargadas de intención comunicativa con la madre. Estos variados sonidos vocales y fonaciones próximas a la palabra que el niño dirige a la madre, deben ser atendidos, entendidos, interpretados y contestados por ella de manera reiterativa, estimulando y propiciando así su desarrollo lingüístico.

Esto implica que la madre tiene en sus manos la posibilidad de incrementar a su "gusto" el nivel de comunicación verbal y afectiva con su niño, favoreciendo el desarrollo de su inteligencia, de su lenguaje, de sus posibilidades de interacción social y la capacidad de expresión de sus deseos y sentimientos propios. En esto el "toma y daca" en la comunicación gestual, afectiva y verbal de la madre con su niño reviste una importancia absolutamente decisiva en el desarrollo de todas sus potencialidades.


c) De cinco a seis meses de edad.

El balbuceo o primer intento de comunicación que apareció alrededor de los tres meses de edad, se extiende hasta el octavo o noveno mes, progresando en el quinto y sexto mes hacia aquello que se denomina "imitación de sonidos". Esto comienza en forma de autoimitaciones de los sonidos que el mismo niño produce (reacción circular). Más tarde empieza a repetir sonidos que el adulto u otro niño produce.

En esta edad se dan estructuras de entonación claramente discernibles en ciertas vocalizaciones en las que pone énfasis y emoción. Las primeras emisiones vocálicas son realizaciones fonéticas que aparecen en el siguiente orden:

 /a/ y variantes próximas al fonema /e/, aunque antes suelen emitir sonidos similares a /oe/

 Posteriormente aparece la /o/ y

 Finalmente la /i/, /u/.

Los sonidos de las consonantes aparecen posteriormente en el orden siguiente:

 Labiales :        p    (pa-pa)
                         m    (ma-ma)
                         b    (ba-ba)

 Dentales :       d    (da-da)
                         t     (ta-ta)

 Velopalatales : g     (ga-ga)

                        j     (ja-ja)
Al respecto Jakobson (1974) sostiene que la adquisición de los fonemas van desde los más contrastados, que son los que se encuentran en todas las lenguas (universales fonológicos –oposición consonante-vocal–), a fonemas menos contrastados, propios de cada lengua en particular. Así, la /a/ es la primera vocal que se adquiere y la /i/, /u/ son las últimas. Las primeras consonantes que aparecen son la /p/, la /m/ y la /b/, y las últimas que se adquieren suelen ser las laterales /l/ y las vibrantes /r/.

De esta manera el niño al sexto mes suele emitir los primeros elementos vocálicos y consonánticos, siendo un progreso importante con respecto a los gritos y distintos sonidos laríngeos de los primeros meses de vida. Posteriormente, a medida que el niño progresa, poco a poco irá sustituyendo la comunicación gestual por el lenguaje verbal.

Aquí conviene enfatizar la máxima importancia que tiene el lenguaje materno dirigido al niño durante la mitad del primer año de vida, en el que no solamente conviene aumentar las vocalizaciones, gestos, sonrisas y demás expresiones en el seno del hogar, sino que además la comunicación verbal debe ser algo habitual entre los adultos y el niño.


d) De los siete a los ocho meses de edad.

Hasta los 6 ó 7 meses el niño se encuentra como "polarizado", vigilante y pendiente del adulto. Pero, el mismo niño que inició el contacto con el adulto mediante señales de llamada (gestos), cambia notablemente a partir de los 7 u 8 meses debido al desarrollo de sus habilidades motoras y posturales, "abandonando" un poco al adulto, iniciando su autoafirmación, basado en los logros que obtiene con su nueva capacidad exploratoria, tanto en su propio cuerpo como en los elementos próximos a su entorno.

En estos meses, según Bateson (1975), los intercambios vocales que se dan entre la madre y el niño tienen un carácter de "protoconversación". Esto es de gran importancia, dado que permite afirmar y mantener el contacto social entre dichos interlocutores y que, aunque no son intercambios con contenidos significativos, la estructura del tiempo de los intercambios vocales y su función, basada en los principios de sucesión y reciprocidad, parecen ser ya los de una "verdadera conversación".

Bruner (1979) señala que entre los 7 y 10 meses el niño va pasando progresivamente de la "modalidad de demanda" a la modalidad de intercambio y reciprocidad en las interacciones madre-niño. El dar y el recibir objetos pronunciando el nombre de cada uno, mientras se miran a la cara madre e hijo y miran conjuntamente el objeto, logra multiplicar y enriquecer la aptitud lingüística y comunicativa del niño, constituyendo esta "conversación" un buen ejercicio de entrenamiento para el habla, así como para su socialización naciente.

En esta edad el niño realiza múltiples vocalizaciones espontáneas, tanto vocálicas como consonánticas y hasta sílabas y diptongos. Estas vocalizaciones próximas a la palabra, son las que conducirán pronto al niño a emitir sus primeras palabras. Aquí las vocalizaciones alternantes entre la madre y niño, permitirán el acceso temprano al lenguaje.


e) De los nueve a los diez meses de edad.




















En esta subetapa puede que el niño empiece realmente a decir palabras cortas, pero normalmente esto no es más que la repetición de lo que dicen los demás, pues es todavía imitación. Aquí las respuestas del niño son ajustes diferenciales entre la muestra y la expresión de los interlocutores que entran en relación con él, mostrando de una manera patente la comprensión de algunas palabras y/o expresiones aisladas.

En esta edad el niño manifiesta comportamientos claramente intencionados y, por tanto, inteligentes. La incorporación de los músculos accesorios del habla y de la masticación aumenta la destreza de la lengua y de los labios, favoreciendo la vocalización articulada.
El niño muestra especial interés por imitar gestos y sonidos y por comunicarse, lo cual le induce a aprender rápidamente el lenguaje. Esto hace que se entregue a repeticiones espontáneas que suelen ser reforzadas por los padres, quienes también imitan y repiten varias veces con él.

Estos hechos hacen que sus vocalizaciones sean mucho más variadas, contando en su repertorio con tres a cinco palabras articuladas. Pero, dado que el pequeño no dispone todavía de la aptitud necesaria para la expresión oral, se ve obligado a simplificar el lenguaje adulto. Así por ejemplo, la expresión "pa...a" del niño, señalando con su mano la panera, corresponde a la frase: "Dame pan, mamá", la misma que irá superando progresivamente.

Por otro lado, cabe señalar que la simbiosis afectiva madre-niño que se daba en forma dominante durante los primeros ocho meses de vida, va disminuyendo gradualmente a partir de los nueve meses, permitiendo al niño "ser" y conocerse como "uno entre otros". En esta edad es cuando comienza entonces la conquista de sí mismo, de su "Yo", viéndose el niño en la necesidad de aprender más rápidamente el lenguaje.


f) De los once a doce meses de edad.

El niño de 11 meses cuenta en su repertorio lingüístico con más de cinco palabras. En esta edad el niño emplea idénticas palabras que el adulto, pero no les atribuye el mismo significado. Sin embargo, a medida que va progresando en este proceso, los significados que va atribuyendo a las palabras se van aproximando a los significados atribuidos por el adulto.

Estas simplificaciones del lenguaje adulto que se observan en esta edad, según Stampe e Ingram (1976), se deben atribuir al intento de reproducir las palabras del adulto y no a la imperfección de las percepciones auditivas del niño. Tales simplificaciones pueden consistir en:

 Síntesis de un segmento o trozo del habla adulta: "caca" para decir: "mamá, dame bacín".

 Sustitución: dice "topa" en vez de decir "sopa".

Sustituye la fricativa /s/ por la oclusiva /t/, que es más fácil de articular.

 Supresión: dice ".opa" en vez de "sopa".

De esta forma el niño se ve obligado a simplificar el lenguaje adulto, sin que esto signifique que no comprenda, sino que su capacidad expresiva es todavía bien limitada. Empero, según algunos especialistas, a los 11 ó 12 meses el niño suele articular ya sus primeras "palabras" de dos sílabas directas: "mamá", "papá", "caca", "tata", dando inicio a la siguiente etapa denominada lingüística o verbal, sustituyendo progresivamente el lenguaje gestual y "superando" la simplificación del lenguaje adulto a medida que va incrementando su léxico.

Con respecto a la aparición de la "primera palabra", cabe aclarar que esto depende del momento en que los padres lo identifiquen como tal y de lo que entienden por "palabra", ya que las unidades de significación que el niño emplea se corresponden con segmentos del habla adulta.

El niño de esta edad (un año) suele ocupar el centro de la atención de la familia, cuyas acciones, gracias y ocurrencias suelen ser festejadas y aplaudidas, reforzando la conducta, que tenderá a repetir una y otra vez. Esto es bueno porque ayuda al niño a sentir y vivir su propia identidad. Además, el intercambio gestual mímico y verbal de sus comunicaciones con el adulto, acompañado de la conducta de "dar y tomar", permite el desarrollo mayor del lenguaje.

 
2. Etapa lingüística.




Este período se inicia con la expresión de la primera palabra, a la que se le otorga una legítima importancia como el primer anuncio del lenguaje cargado de un propósito de comunicación.

Sin embargo, no se puede decir con precisión cuándo comienza, cuándo este anuncio del lenguaje se precisa y confirma, cuándo se puede hablar de la "primera palabra". Por eso la fecha de su aparición está diversamente fijada, ya que los estudios al respecto se basan mayormente en las informaciones que dan las madres.

Hay que señalar, además, que las niñas son las que empiezan a hablar un poco antes que los niños. Por otro lado, aparte del sexo, tomando como referencia las peculiaridades individuales, un niño puede demorarse más que otros en una etapa y pasar rápidamente por otra, condicionando la aparición de la primera palabra en los niños en cronologías distintas.

No obstante, los diferentes especialistas estiman que la mayoría de los niños que van a hablar, tal vez el 90 por ciento de ellos, dicen sus primeras palabras para cuando tienen 15 a 18 meses, aunque esta afirmación no es exacta o concluyente por las razones antes expuestas.

De allí que la etapa lingüística se considera en forma un tanto amplia, desde aproximadamente el 12do. mes (un año de edad), pasando el niño de las variadísimas emisiones fónicas del período prelingüístico a la adquisición de fonemas propiamente dichos en el plano fonológico (articulaciones fonemáticas), perfeccionándose también el aspecto semántico y sintáctico de las palabras a medida que el niño crece.

Dentro del período lingüístico se consideran las siguientes subetapas:


a) De los doce a los catorce meses de edad.

Durante el primer año de vida el niño ha ido estableciendo toda una red de comunicación gestual, vocal y verbal con la familia. Las primeras expresiones vocales eran simples sonidos con una significación únicamente expresiva. Las expresiones verbales, sin embargo, son sonidos o grupos de sonidos que ya hacen referencia a algunas entidades del medio (objetos, personas, situaciones, acontecimientos, etc.). Empero, esta secuencia de sonidos no forman todavía parte de la lengua; pues, tanto las expresiones vocales como las verbales son formas de expresión prelingüística.

A partir de los 12 meses (un año), incluso desde los 11 meses, el niño comienza a producir secuencias de sonidos bastante próximos a los elementos lexicales de la lengua adulta, o sea las palabras. Estas formas verbales próximas a la palabra, van precedidas de producciones fónicas estables que contienen elementos de significación, constituyendo estas emisiones un anticipo de la capacidad del niño para utilizar un significante que comunique un significado.

De esta forma el niño comienza con el desarrollo lexical, contando en su repertorio lingüístico 3 a 5 palabras (mamá, papá, tata, caca, etc.). Empieza también a utilizar las formas fonéticamente convencionales de la comunidad lingüística; sin embargo, aunque el niño de un año emplea idénticas palabras que el adulto, todavía no le atribuye el mismo significado a las cosas, debido precisamente a su escaso repertorio lexical.
Entre los 13 y 14 meses, el niño inicia la conocida etapa "holofrástica" (palabra-frase), en la que emite frases de una sola palabra o elementos con varios significados. Por ejemplo, la palabra "abe" (abrir) lo utiliza para expresar diferentes acciones:

Abre : Abre la puerta
Abre : Pela la naranja
Abre : Pon a un lado las cosas para ...

Por esta época, los primeros pasos de comunicación verbal del niño se caracterizan por un incremento en la "denominación", pues, ya sabe utilizar el nombre de las personas de la familia y otros próximos a él, y cuando comienza su "conversación" emplea palabras que sirven de reclamo o llamada: "¡mía, mía!" (mira, mira), etc.

A esta edad, la indicación o señalización que apareció a los 10 meses ya va acompañada de la palabra que se refiere al objeto. El niño dice palabras que designan bien el objeto de la acción, la acción misma o la persona que ha de realizarla, aunque todo esto lo hace apoyándose todavía en los gestos.

El niño comienza a comprender también los calificativos que emplea el adulto (bueno, malo, agradable o desagradable). Igualmente comprende la negación y la oposición del adulto, e incluso la interrogación como actitud.

De este modo el niño desde los 12 meses de edad inicia un largo y complejo proceso de desarrollo y, poco a poco, los significados que atribuye a las palabras se van aproximando a los significados atribuidos por el adulto. Pero, para que esto ocurra de una manera óptima, es importante que los padres estimulen léxicamente al niño, tratando de asociar siempre en las "conversaciones" el significado fónico (palabra hablada) con el significado (objeto al que hace referencia la palabra), para que el niño asocie y fije la relación en su cerebro.

En este proceso, es conveniente que los adultos utilicen sustantivos, adjetivos y acciones que forman parte de la vida diaria del niño. Esto, sin duda, contribuye de manera directa y eficaz al desarrollo del lenguaje, de la inteligencia y demás áreas con las que este aprendizaje se relaciona.



b) De los quince a los dieciocho meses de edad.

A los 15 ó 16 meses el niño se encuentra en plena etapa holofrástica (palabra-frase). Dentro de su repertorio léxico cuenta con 5 a 15 ó 20 palabras, y cada vez demostrará mayor incremento en su vocabulario por medio de las inflexiones de su voz al querer identificar algo.
Einsenson sostiene que en esta etapa surge el habla verdadera y señala que el niño utiliza palabras para producir acontecimientos o llamar la atención de los demás.

En algunos niños bastante adelantados, suele observarse el empleo de algunas frases con dos palabras, principalmente de objetos o acciones, sin descartarse en ciertos casos, también, el uso de adjetivos (calificadores). Sin embargo, antes de ser capaz de hacer combinaciones de dos palabras, frecuentemente seguirá empleando una sola palabra para referirse a muchos objetos.

Esta extensión semántica en las vocalizaciones infantiles le seguirá acompañando por largo tiempo. Pero a medida que vaya incrementando su léxico y evolucionando su habla, irá reduciendo progresivamente tal extensión semántica.

Desde los 16 ó 17 meses hasta los dos años de edad, hará cada vez más frecuentemente el uso de combinaciones espontáneas de varias palabras y frases, incrementando el caudal de palabras en su expresión.

A los 17 meses el niño extiende cada vez más su repertorio lingüístico y comienza a hacer combinaciones de dos palabras. En esta edad, la identificación y denominación de objetos, figuras y diferentes partes del propio cuerpo, son ejercicios muy recomendables para el desarrollo del lenguaje verbal del niño.


c) De los dieciocho a veinticuatro meses de edad.

Entre los 18 y 24 meses, la mayoría de los niños cuentan con un vocabulario mayor a 50 palabras, pasando a combinar 2 a 3 palabras en una frase, dándose inicio al habla "sintáctica"; es decir, el niño comienza a articular palabras en frases y oraciones simples.
En sus expresiones verbales utilizan sustantivos (nombres), verbos (acciones) y calificadores (adjetivos y adverbios).

Entre estas clases gramaticales suelen establecer las siguientes relaciones:

 Entre dos nombres (o sustantivos):
"Zapato papá" (poseedor y objeto poseído)
"Sopa silla" (relación fortuita)

 Entre nombre y verbo:
"Abre puerta" (verbo y objeto)
"Papá come" (sujeto y verbo)

 Entre calificadores y adjetivos:
"Bonita pelota" (calificador más nombre)
"Más juego" (calificador más verbo)
"Más bonita" (calificador más calificador)

Hacia los dos años el niño posee un vocabulario aproximado de 300 palabras. En sus expresiones suele observarse, también, el inicio de la utilización de los pronombres personales "Yo" y "Tú" y el posesivo "Mi" y "Mío". Sus frases expresan intención y acción: "hace lo que dice y dice lo que hace".

En esta edad surge la función simbólica en el niño y termina el predominio de la inteligencia sensoriomotriz dando lugar a la inteligencia representacional. Con la función simbólica el niño tiene la capacidad de representar mentalmente las cosas y evocarlas sin necesidad de que éstas estén presentes.

Con la capacidad simbólica, los gestos y las expresiones verbales del niño comienzan a referirse cada vez con mayor frecuencia a realidades más abstractas, haciéndose más dominante en el lenguaje.

Los símbolos (significantes) vienen a desempeñar un papel singular en el desarrollo posterior del niño, ya que éstos son los que van a permitir construir los códigos sobre los cuales se configuran las bases de las funciones superiores. Mediante estos códigos es que accedemos a las emociones, a las realidades abstractas, al lenguaje y a convertir lo implícito en explícito.

Esta capacidad simbólica permite al niño explorar e incrementar su lenguaje verbal, manifestando interés por escuchar cuentos sobre sí mismo o sobre su familia, en los cuales va captando el sentido de las palabras y oraciones de las narraciones que los padres le brindan.


d) De los dos a los tres años de edad.

A los tres años se produce un incremento rápido del vocabulario, incremento que es mucho mayor que lo que ocurrirá posteriormente, llegando a tener un promedio de 896 palabras y a los tres años y medio 1222 palabras (Smith, 1980). El niño en sus expresiones verbales ya emplea verbos auxiliares "haber" y "ser" y da cierta prevalencia al artículo determinado. En el curso de esta edad comienza a utilizar las proposiciones y el niño ya tiene un lenguaje comprensible, incluso para personas ajenas a la familia, manifestando un dominio de la mayor parte de la gramática de su lengua materna (sintaxis), por lo que los especialistas suelen denominarlo como el período de la "competencia sintáctica".

 
e) De cuatro a los cinco años de edad.

A los cuatro años de edad el niño domina virtualmente la gramática, pero comienza a expresarse de acuerdo a un estilo "retórico propio", tal como Einsenson señala.
El niño empieza a utilizar los pronombre en el siguiente orden: Yo, Tú, Él, Ella, Nosotros-as, Ustedes; contando con un vocabulario de 1,500 palabras y a los cinco años, 2,300 palabras aproximadamente.
Entre los 4 ó 5 años, el niño suele estar ya capacitado para responder a preguntas de comprensión referentes al comportamiento social aprendido, dado que su lenguaje ya se extiende más allá de lo inmediato. Esto se debe a la capacidad simbólica del niño y, como tal, puede evocar y representarse mentalmente las cosas, acciones y situaciones, trascendiendo la realidad y el presente.
Esa capacidad y la necesidad de comunicarse, hacen posible un mayor y rápido desarrollo del lenguaje infantil, facilitando también el desarrollo de la inteligencia.

 
fDe los seis a los siete años de edad.

A esta edad se inicia la etapa escolar, en la cual el niño manifiesta una madurez neuropsicológica para el aprendizaje y un lenguaje cada vez más abstracto.
Debido al "dominio" del lenguaje el niño puede percibir distintas unidades lingüísticas dentro de una lectura o discurso, percibiéndolo como un todo.



El niño supera también el período egocéntrico y su pensamiento se torna lógico-concreto. Ahora es capaz de tomar en cuenta los comentarios y críticas de los demás con respecto a su persona, lo cual no ocurría en edades anteriores. Esta capacidad de descentración hace que el niño tome conciencia de sí mismo, asumiendo un autoconcepto y una autoimagen adecuada o inadecuada, lo que influirá en su adaptación y desarrollo de personalidad.