ETAPAS
DEL DESARROLLO DEL LENGUAJE
De acuerdo con las referencias anteriores y tomando en cuenta los aportes de diferentes investigadores como Lenneberg, 1967; Brown y Frazer, 1964; Bateson, 1975; Stampe e Ingram, 1976; Einsenson, 1979; Bruner, 1976 y muchos otros, aquí dividimos el desarrollo del lenguaje en dos etapas principales:
• Etapa
Prelingüística.
• Etapa
Lingüística.
Cada una de estas etapas va marcando
el surgimiento de nuevas propiedades y cualidades fonéticas, sintácticas y
semánticas a medida que el niño crece, tal como describiremos a continuación.
1. Etapa pre-lingüística.
Durante esta etapa, que abarca el
primer año de vida, la comunicación que establece el niño con su medio
(familia), especial y particularmente con su madre, es de tipo afectivo y
gestual. De allí que para estimularlo lingüísticamente la madre deba utilizar,
junto con el lenguaje afectivo y gestual, el lenguaje verbal. La palabra debe
acompañar siempre al gesto y a las actividades de la madre con su hijo.
Esta etapa preverbal hasta hace poco
despertaba escaso interés de los especialistas, pero gracias a las
investigaciones actuales, hoy sabemos que tiene un valor relevante y
trascendental en la configuración de las bases del desarrollo lingüístico,
puesto que tanto las expresiones vocales (sonidos o grupo de sonidos de simple
significación) como las expresiones verbales (sonidos, grupo de sonidos,
palabras aisladas, etc.) influyen de modo determinante en el desarrollo
posterior de la comunicación lingüística del niño.
Esta etapa comprende, a su vez,
subetapas o estadios con características particulares que van de acuerdo con la
secuencia cronológica del desarrollo integral del niño, las que pasamos
describir:
a) Del nacimiento al mes y dos meses de edad.
Con el llanto, el bebé pone en
funcionamiento el aparato fonador, permitiéndole también la necesaria
oxigenación de la sangre y el establecimiento de la respiración normal.
Pasando este período, por lo general
al inicio del segundo mes, el llanto ya no es un fenómeno o manifestación
mecánica e indiferenciada, sino que el tono del sonido cambia con el contenido
afectivo del dolor, el hambre u otra molestia; es decir, la variación de la
tonalidad está relacionada con el estado de bienestar o malestar del bebé. Con,
el llanto el bebé logra comunicar sus necesidades al mundo que le rodea y, como
se da cuenta de que gracias al llanto sus necesidades son satisfechas, lo usará
voluntariamente, ya no siendo entonces un mero reflejo o sonido indiferenciado.
De esa manera el bebé va
comunicándose con su entorno próximo, especialmente con su madre, comprendiendo
cada vez mejor lo que ésta le comunica, aunque sea incapaz de expresarlo.
b) De tres a cuatro meses de edad.
Al inicio del tercer mes el bebé produce
vagidos, sonidos guturales y vocálicos que duran de 15 a 20 segundos. Responde
a sonidos humanos mediante la sonrisa y, a veces, con arrullo o murmullo. Aquí
la forma característica del grito del bebé puede ser una llamada expresiva
relacionada con alguna necesidad, tal como el grito de incomodidad.
A esta edad ya distingue entre los
sonidos: /pa/, /ma/, /ba/, /ga/. Sus vocalizaciones ya pueden mostrar alegría;
sus manifestaciones de placer las expresa mediante consonantes guturales
"ga.ga", "gu.gu", "ja.ja", mientras que su
displacer mediante consonantes nasalizadas como "nga",
"nga".
El bebé sabe distinguir, también, las
entonaciones afectivas, reaccionando con alegría, sorpresa o temor ante el tono
de voz, especialmente de sus padres.
A los tres meses aparece el balbuceo
o lalación, que consiste en la emisión de sonidos mediante redoblamiento de
sílabas como "ma...ma", "ta...ta" y otras.
El interés del niño por las personas,
así como su comunicación, que estaba limitada únicamente a lo afectivo durante
el 2do. y 3er. mes de vida, comienza a ampliarse hacia los objetos entre el
3er. y 4to. mes.
Piaget considera que al iniciar el
4to. mes, el niño supera la etapa denominada de las reacciones
circulares primarias, que son características de los tres primeros meses de
vida, en las que el objeto de sus actividades estaba centrado y dirigido hacia
su propio cuerpo, pasando a la siguiente etapa de las reacciones
circulares secundarias, en las que el objeto de sus actividades ya no es su
propio cuerpo sino algo externo a él (sonajero o cualquier otro juguete).
Paralelamente con esto el niño va tomando conciencia de que sus fonaciones,
gorgogeos, manoteos y ruidos guturales diversos producen efectos en su rededor
y aprende a comunicar algo a alguien.
De esa forma el niño va progresando y
aumentando sus vocalizaciones, las mismas que ya son cercanas a la palabra y,
como tal, van cargadas de intención comunicativa con la madre. Estos variados
sonidos vocales y fonaciones próximas a la palabra que el niño dirige a la
madre, deben ser atendidos, entendidos, interpretados y contestados por ella de
manera reiterativa, estimulando y propiciando así su desarrollo lingüístico.
Esto implica que la madre tiene en
sus manos la posibilidad de incrementar a su "gusto" el nivel de
comunicación verbal y afectiva con su niño, favoreciendo el desarrollo de su
inteligencia, de su lenguaje, de sus posibilidades de interacción social y la
capacidad de expresión de sus deseos y sentimientos propios. En esto el "toma
y daca" en la comunicación gestual, afectiva y verbal de la madre
con su niño reviste una importancia absolutamente decisiva en el desarrollo de
todas sus potencialidades.
c) De cinco a seis meses de edad.
El balbuceo o primer intento de
comunicación que apareció alrededor de los tres meses de edad, se extiende
hasta el octavo o noveno mes, progresando en el quinto y sexto mes hacia
aquello que se denomina "imitación de sonidos". Esto comienza en
forma de autoimitaciones de los sonidos que el mismo niño produce (reacción circular).
Más tarde empieza a repetir sonidos que el adulto u otro niño produce.
En esta edad se dan estructuras de
entonación claramente discernibles en ciertas vocalizaciones en las que pone
énfasis y emoción. Las primeras emisiones vocálicas son realizaciones fonéticas
que aparecen en el siguiente orden:
• /a/
y variantes próximas al fonema /e/, aunque antes suelen emitir sonidos
similares a /oe/
• Posteriormente
aparece la /o/ y
• Finalmente
la /i/, /u/.
Los sonidos de las consonantes
aparecen posteriormente en el orden siguiente:
• Labiales
: p (pa-pa)
m (ma-ma)
b (ba-ba)
• Dentales
: d (da-da)
t
(ta-ta)
• Velopalatales
: g (ga-ga)
j (ja-ja)
j (ja-ja)
Al respecto Jakobson (1974) sostiene
que la adquisición de los fonemas van desde los más contrastados, que son los
que se encuentran en todas las lenguas (universales fonológicos –oposición
consonante-vocal–), a fonemas menos contrastados, propios de cada lengua en
particular. Así, la /a/ es la primera vocal que se adquiere y la /i/, /u/ son
las últimas. Las primeras consonantes que aparecen son la /p/, la /m/ y la /b/,
y las últimas que se adquieren suelen ser las laterales /l/ y las vibrantes
/r/.
De esta manera el niño al sexto mes
suele emitir los primeros elementos vocálicos y consonánticos, siendo un
progreso importante con respecto a los gritos y distintos sonidos laríngeos de
los primeros meses de vida. Posteriormente, a medida que el niño progresa, poco
a poco irá sustituyendo la comunicación gestual por el lenguaje verbal.
Aquí conviene enfatizar la máxima
importancia que tiene el lenguaje materno dirigido al niño durante la mitad del
primer año de vida, en el que no solamente conviene aumentar las
vocalizaciones, gestos, sonrisas y demás expresiones en el seno del hogar, sino
que además la comunicación verbal debe ser algo habitual entre los adultos y el
niño.
d) De los siete a los ocho meses de edad.
Hasta los 6 ó 7 meses el niño se
encuentra como "polarizado", vigilante y pendiente del adulto. Pero,
el mismo niño que inició el contacto con el adulto mediante señales de llamada
(gestos), cambia notablemente a partir de los 7 u 8 meses debido al desarrollo
de sus habilidades motoras y posturales, "abandonando" un poco al
adulto, iniciando su autoafirmación, basado en los logros que obtiene con su
nueva capacidad exploratoria, tanto en su propio cuerpo como en los elementos
próximos a su entorno.
En estos meses, según Bateson (1975),
los intercambios vocales que se dan entre la madre y el niño tienen un carácter
de "protoconversación". Esto es de gran importancia, dado que permite
afirmar y mantener el contacto social entre dichos interlocutores y que, aunque
no son intercambios con contenidos significativos, la estructura del tiempo de
los intercambios vocales y su función, basada en los principios de sucesión y
reciprocidad, parecen ser ya los de una "verdadera conversación".
Bruner (1979) señala que entre los 7
y 10 meses el niño va pasando progresivamente de la "modalidad de
demanda" a la modalidad de intercambio y reciprocidad en las interacciones
madre-niño. El dar y el recibir objetos pronunciando el nombre de cada uno,
mientras se miran a la cara madre e hijo y miran conjuntamente el objeto, logra
multiplicar y enriquecer la aptitud lingüística y comunicativa del niño,
constituyendo esta "conversación" un buen ejercicio de entrenamiento
para el habla, así como para su socialización naciente.
En esta edad el niño realiza
múltiples vocalizaciones espontáneas, tanto vocálicas como consonánticas y
hasta sílabas y diptongos. Estas vocalizaciones próximas a la palabra, son las que
conducirán pronto al niño a emitir sus primeras palabras. Aquí las
vocalizaciones alternantes entre la madre y niño, permitirán el acceso temprano
al lenguaje.
e) De los nueve a los diez meses de edad.
En esta edad el niño manifiesta
comportamientos claramente intencionados y, por tanto, inteligentes. La
incorporación de los músculos accesorios del habla y de la masticación aumenta
la destreza de la lengua y de los labios, favoreciendo la vocalización
articulada.
El niño muestra especial interés por
imitar gestos y sonidos y por comunicarse, lo cual le induce a aprender
rápidamente el lenguaje. Esto hace que se entregue a repeticiones espontáneas
que suelen ser reforzadas por los padres, quienes también imitan y repiten
varias veces con él.
Estos hechos hacen que sus
vocalizaciones sean mucho más variadas, contando en su repertorio con tres a cinco
palabras articuladas. Pero, dado que el pequeño no dispone todavía de la
aptitud necesaria para la expresión oral, se ve obligado a simplificar el
lenguaje adulto. Así por ejemplo, la expresión "pa...a" del niño,
señalando con su mano la panera, corresponde a la frase: "Dame pan,
mamá", la misma que irá superando progresivamente.
Por otro lado, cabe señalar que la
simbiosis afectiva madre-niño que se daba en forma dominante durante los
primeros ocho meses de vida, va disminuyendo gradualmente a partir de los nueve
meses, permitiendo al niño "ser" y conocerse como "uno entre
otros". En esta edad es cuando comienza entonces la conquista de sí mismo,
de su "Yo", viéndose el niño en la necesidad de aprender más
rápidamente el lenguaje.
f) De los once a doce meses de edad.
El niño de 11 meses cuenta en su
repertorio lingüístico con más de cinco palabras. En esta edad el niño emplea
idénticas palabras que el adulto, pero no les atribuye el mismo significado.
Sin embargo, a medida que va progresando en este proceso, los significados que
va atribuyendo a las palabras se van aproximando a los significados atribuidos
por el adulto.
Estas simplificaciones del lenguaje
adulto que se observan en esta edad, según Stampe e Ingram (1976), se deben atribuir
al intento de reproducir las palabras del adulto y no a la imperfección de las
percepciones auditivas del niño. Tales simplificaciones pueden consistir en:
• Síntesis
de un segmento o trozo del habla adulta: "caca" para decir:
"mamá, dame bacín".
• Sustitución:
dice "topa" en vez de decir "sopa".
Sustituye la fricativa /s/ por la
oclusiva /t/, que es más fácil de articular.
• Supresión:
dice ".opa" en vez de "sopa".
De esta forma el niño se ve obligado
a simplificar el lenguaje adulto, sin que esto signifique que no comprenda,
sino que su capacidad expresiva es todavía bien limitada. Empero, según algunos
especialistas, a los 11 ó 12 meses el niño suele articular ya sus primeras
"palabras" de dos sílabas directas: "mamá",
"papá", "caca", "tata", dando inicio a la
siguiente etapa denominada lingüística o verbal, sustituyendo progresivamente
el lenguaje gestual y "superando" la simplificación del lenguaje
adulto a medida que va incrementando su léxico.
Con respecto a la aparición de la
"primera palabra", cabe aclarar que esto depende del momento en que
los padres lo identifiquen como tal y de lo que entienden por
"palabra", ya que las unidades de significación que el niño emplea se
corresponden con segmentos del habla adulta.
El niño de esta edad (un año) suele
ocupar el centro de la atención de la familia, cuyas acciones, gracias y
ocurrencias suelen ser festejadas y aplaudidas, reforzando la conducta, que
tenderá a repetir una y otra vez. Esto es bueno porque ayuda al niño a sentir y
vivir su propia identidad. Además, el intercambio gestual mímico y verbal de
sus comunicaciones con el adulto, acompañado de la conducta de "dar y
tomar", permite el desarrollo mayor del lenguaje.
2. Etapa lingüística.
Este período se inicia con la
expresión de la primera palabra, a la que se le otorga una legítima importancia
como el primer anuncio del lenguaje cargado de un propósito de comunicación.
Sin embargo, no se puede decir con precisión
cuándo comienza, cuándo este anuncio del lenguaje se precisa y confirma, cuándo
se puede hablar de la "primera palabra". Por eso la fecha de su
aparición está diversamente fijada, ya que los estudios al respecto se basan
mayormente en las informaciones que dan las madres.
Hay que señalar, además, que las
niñas son las que empiezan a hablar un poco antes que los niños. Por otro lado,
aparte del sexo, tomando como referencia las peculiaridades individuales, un
niño puede demorarse más que otros en una etapa y pasar rápidamente por otra,
condicionando la aparición de la primera palabra en los niños en cronologías
distintas.
No obstante, los diferentes
especialistas estiman que la mayoría de los niños que van a hablar, tal vez el
90 por ciento de ellos, dicen sus primeras palabras para cuando tienen 15 a 18
meses, aunque esta afirmación no es exacta o concluyente por las razones antes
expuestas.
De allí que la etapa lingüística se
considera en forma un tanto amplia, desde aproximadamente el 12do. mes (un año
de edad), pasando el niño de las variadísimas emisiones fónicas del período
prelingüístico a la adquisición de fonemas propiamente dichos en el plano
fonológico (articulaciones fonemáticas), perfeccionándose también el aspecto
semántico y sintáctico de las palabras a medida que el niño crece.
Dentro del período lingüístico se
consideran las siguientes subetapas:
a) De los doce a los catorce meses de edad.
A partir de los 12 meses (un año),
incluso desde los 11 meses, el niño comienza a producir secuencias de sonidos
bastante próximos a los elementos lexicales de la lengua adulta, o sea las
palabras. Estas formas verbales próximas a la palabra, van precedidas de
producciones fónicas estables que contienen elementos de significación,
constituyendo estas emisiones un anticipo de la capacidad del niño para
utilizar un significante que comunique un significado.
De esta forma el niño comienza con el
desarrollo lexical, contando en su repertorio lingüístico 3 a 5 palabras (mamá,
papá, tata, caca, etc.). Empieza también a utilizar las formas fonéticamente
convencionales de la comunidad lingüística; sin embargo, aunque el niño de un
año emplea idénticas palabras que el adulto, todavía no le atribuye el mismo
significado a las cosas, debido precisamente a su escaso repertorio lexical.
Entre los 13 y 14 meses, el niño
inicia la conocida etapa "holofrástica" (palabra-frase), en la que
emite frases de una sola palabra o elementos con varios significados. Por
ejemplo, la palabra "abe" (abrir) lo utiliza para expresar diferentes
acciones:
Abre : Abre la puerta
Abre : Pela la naranja
Abre : Pon a un lado las cosas para
...
Por esta época, los primeros pasos de
comunicación verbal del niño se caracterizan por un incremento en la
"denominación", pues, ya sabe utilizar el nombre de las personas de
la familia y otros próximos a él, y cuando comienza su "conversación"
emplea palabras que sirven de reclamo o llamada: "¡mía, mía!" (mira,
mira), etc.
A esta edad, la indicación o
señalización que apareció a los 10 meses ya va acompañada de la palabra que se
refiere al objeto. El niño dice palabras que designan bien el objeto de la acción,
la acción misma o la persona que ha de realizarla, aunque todo esto lo hace
apoyándose todavía en los gestos.
El niño comienza a comprender también
los calificativos que emplea el adulto (bueno, malo, agradable o desagradable).
Igualmente comprende la negación y la oposición del adulto, e incluso la
interrogación como actitud.
De este modo el niño desde los 12
meses de edad inicia un largo y complejo proceso de desarrollo y, poco a poco,
los significados que atribuye a las palabras se van aproximando a los
significados atribuidos por el adulto. Pero, para que esto ocurra de una manera
óptima, es importante que los padres estimulen léxicamente al niño, tratando de
asociar siempre en las "conversaciones" el significado fónico
(palabra hablada) con el significado (objeto al que hace referencia la
palabra), para que el niño asocie y fije la relación en su cerebro.
En este proceso, es conveniente que
los adultos utilicen sustantivos, adjetivos y acciones que forman parte de la
vida diaria del niño. Esto, sin duda, contribuye de manera directa y eficaz al
desarrollo del lenguaje, de la inteligencia y demás áreas con las que este
aprendizaje se relaciona.
b) De los quince a los dieciocho meses de edad.
A los 15 ó 16 meses el niño se encuentra en plena etapa holofrástica (palabra-frase). Dentro de su repertorio léxico cuenta con 5 a 15 ó 20 palabras, y cada vez demostrará mayor incremento en su vocabulario por medio de las inflexiones de su voz al querer identificar algo.
Einsenson sostiene que en esta etapa surge
el habla verdadera y señala que el niño utiliza palabras para producir
acontecimientos o llamar la atención de los demás.
En algunos niños bastante
adelantados, suele observarse el empleo de algunas frases con dos palabras,
principalmente de objetos o acciones, sin descartarse en ciertos casos,
también, el uso de adjetivos (calificadores). Sin embargo, antes de ser capaz
de hacer combinaciones de dos palabras, frecuentemente seguirá empleando una
sola palabra para referirse a muchos objetos.
Esta extensión semántica en las
vocalizaciones infantiles le seguirá acompañando por largo tiempo. Pero a
medida que vaya incrementando su léxico y evolucionando su habla, irá
reduciendo progresivamente tal extensión semántica.
Desde los 16 ó 17 meses hasta los dos
años de edad, hará cada vez más frecuentemente el uso de combinaciones
espontáneas de varias palabras y frases, incrementando el caudal de palabras en
su expresión.
A los 17 meses el niño extiende cada
vez más su repertorio lingüístico y comienza a hacer combinaciones de dos
palabras. En esta edad, la identificación y denominación de objetos, figuras y
diferentes partes del propio cuerpo, son ejercicios muy recomendables para el
desarrollo del lenguaje verbal del niño.
c) De los dieciocho a veinticuatro meses de edad.
Entre los 18 y 24 meses, la mayoría
de los niños cuentan con un vocabulario mayor a 50 palabras, pasando a combinar
2 a 3 palabras en una frase, dándose inicio al habla "sintáctica"; es
decir, el niño comienza a articular palabras en frases y oraciones simples.
En sus expresiones verbales utilizan
sustantivos (nombres), verbos (acciones) y calificadores (adjetivos y
adverbios).
• Entre
dos nombres (o sustantivos):
"Zapato papá" (poseedor y
objeto poseído)
"Sopa silla" (relación
fortuita)
• Entre
nombre y verbo:
"Abre puerta" (verbo y
objeto)
"Papá come" (sujeto y
verbo)
• Entre
calificadores y adjetivos:
"Bonita pelota"
(calificador más nombre)
"Más juego" (calificador
más verbo)
"Más bonita" (calificador
más calificador)
Hacia los dos años el niño posee un
vocabulario aproximado de 300 palabras. En sus expresiones suele observarse,
también, el inicio de la utilización de los pronombres personales
"Yo" y "Tú" y el posesivo "Mi" y "Mío".
Sus frases expresan intención y acción: "hace lo que dice y dice lo que
hace".
En esta edad surge la función
simbólica en el niño y termina el predominio de la inteligencia sensoriomotriz
dando lugar a la inteligencia representacional. Con la función simbólica el
niño tiene la capacidad de representar mentalmente las cosas y evocarlas sin
necesidad de que éstas estén presentes.
Con la capacidad simbólica, los
gestos y las expresiones verbales del niño comienzan a referirse cada vez con
mayor frecuencia a realidades más abstractas, haciéndose más dominante en el
lenguaje.
Los símbolos (significantes) vienen a
desempeñar un papel singular en el desarrollo posterior del niño, ya que éstos
son los que van a permitir construir los códigos sobre los cuales se configuran
las bases de las funciones superiores. Mediante estos códigos es que accedemos
a las emociones, a las realidades abstractas, al lenguaje y a convertir lo
implícito en explícito.
Esta capacidad simbólica permite al
niño explorar e incrementar su lenguaje verbal, manifestando interés por
escuchar cuentos sobre sí mismo o sobre su familia, en los cuales va captando
el sentido de las palabras y oraciones de las narraciones que los padres le
brindan.
d) De los dos a los tres años de edad.
e) De cuatro a los cinco años de edad.
A los cuatro años de edad el niño
domina virtualmente la gramática, pero comienza a expresarse de acuerdo a un
estilo "retórico propio", tal como Einsenson señala.
El niño empieza a utilizar los
pronombre en el siguiente orden: Yo, Tú, Él, Ella, Nosotros-as, Ustedes;
contando con un vocabulario de 1,500 palabras y a los cinco años, 2,300
palabras aproximadamente.
Esa capacidad y la necesidad de
comunicarse, hacen posible un mayor y rápido desarrollo del lenguaje infantil,
facilitando también el desarrollo de la inteligencia.
f) De los seis a los siete años de edad.
A esta edad se inicia la etapa
escolar, en la cual el niño manifiesta una madurez neuropsicológica para el aprendizaje
y un lenguaje cada vez más abstracto.
Debido al "dominio" del
lenguaje el niño puede percibir distintas unidades lingüísticas dentro de una
lectura o discurso, percibiéndolo como un todo.
El niño supera también el período
egocéntrico y su pensamiento se torna lógico-concreto. Ahora es capaz de tomar
en cuenta los comentarios y críticas de los demás con respecto a su persona, lo
cual no ocurría en edades anteriores. Esta capacidad de descentración hace
que el niño tome conciencia de sí mismo, asumiendo un autoconcepto y una
autoimagen adecuada o inadecuada, lo que influirá en su adaptación y desarrollo
de personalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario